Miguel Baena, artista autodidacta, pinta por puro placer, guiado por una sensibilidad profunda y un enfoque meditativo. Su obra nace del silencio interior: no busca la inspiración, sino el vacío. Para él, pintar es estar frente al lienzo sin pensamientos, sin emociones, sin deseos; simplemente dejar que los colores se mezclen y revelen una estética propia. Su trabajo está impregnado de su diversidad cultural, sus viajes, los lugares donde ha vivido y, de forma muy especial, por la influencia de Marruecos. Cada trazo refleja una búsqueda más allá de la razón, una forma de meditación activa que trasciende lo visible para conectar con lo esencial.