Damaris Betancourt, invitada del mes de febrero
En esta edición de Encuentros con Talento, presentamos a Damaris Betancourt, una destacada fotógrafa cubana que ha dedicado más de 30 años a capturar la esencia de realidades humanas a través de su lente. Desde sus inicios autodidactas en La Habana, pasando por su colaboración con fotógrafos suizos en la documentación de una Cuba en transformación, hasta su prolífica carrera en Zúrich, Damaris ha demostrado que la pasión y la visión trascienden fronteras.
Sus obras han sido publicadas en medios internacionales, expuestas en renombradas galerías y bienales, y recopiladas en libros que narran historias profundas y universales. A través de su trabajo, explora temas como la identidad, la memoria y las transiciones sociales.
Hoy, Damaris nos comparte su experiencia, su visión sobre la fotografía como medio de expresión y su compromiso con el arte como vehículo para conectar culturas.
CalleArte+: ¿Qué te llevó a dejar el Derecho y dedicarte por completo a la fotografía?
Damaris Betancourt: En mis años en el instituto estuve internada en una de esas escuela prefabricadas modelo alemán comunista llamadas „escuelas en el campo“. Allí disciplinaban a los estudiantes a trabajar en la agricultura con el pretexto de que tendríamos luego ventaja para acceder a un estudio universitario. Durante los tres años fui parte de un círculo literario que acogía a los estudiantes con buen rendimiento y especial interés por las humanidades, sobre todo por la literatura y por el Español. Formamos un reducido, diría, exclusivo grupo y bastante variopinto de muchachos entre los 15 y los 18 años, entusiasmados por la aventura de descubrir nuestro talento, escribir y leer poesía y debatir sobre ella. Pero no menos cautivador era la posibilidad de conocer a algunos escritores proscritos, si es que los maestros conseguían los libros, sorteando la censura y el adoctrinamiento común en un país totalitario como Cuba. Era fascinante, precisamente en esa edad donde se interpelan tantas cosas como dogmas y autoridad, pertenecer a ese grupo de „forajidos“ que, a diferencia del común de los estudiantes, se daban el lujo de un par de veces por semana no ir a trabajar en las plantaciones de naranja, de plátano o de papas bajo aquel sol feroz de casi mediodía o la humedad espesa del amanecer en el campo. Esa fue la primera motivación, luego aquello se volvió más serio. Con el tiempo los del grupo comenzamos a encontrarnos también los fines de semana en la ciudad, a leernos unos a otros nuestros poemas, a intercambiar libros, a escuchar juntos determinada música, leer determinada literatura, cuestionar determinadas cosas…
Alcanzado el bachillerato con las mejores notas de mi curso, opté por la carrera de Periodismo. Sucede que en Cuba no estudias lo que deseas, sino lo que „el país necesita“. Así que para mi gran pesar me fue „asignada“ la carrera de Derecho. Seguramente alguien con más influencia o políticamente más confiable consiguió la plaza de Periodismo, yo no pertenecía a las juventudes comunistas y creo que para esa carrera era un requisito, no explícito pero tácitamente indispensable. Aunque ya era una joven bastante contestaría y me sentía encorsetada dentro de aquella sociedad obediente y reaccionaria hacia cualquier idea individual, fue ahí donde comenzó para mí la gran desilusión. Tenía 18 años.
Comencé a estudiar Derecho en la Universidad de La Habana, pero después de un tiempo no me concilié con la idea de no poder estudiar lo que deseaba y me fui. Entretanto había empezado a estudiar Alemán, viendo que comenzaban a llegar turistas desde Europa, pensé que el conocimiento de una lengua poco popular entre nosotros, podría ayudarme a acceder a un trabajo interesante. Un día paseando por el centro de La Habana entré sin pensarlo al Museo de Bellas Artes. Había una exposición de fotografías, bellas imágenes. Inmediatamente dentro de mí vibró mi voz: ¡No hacen falta palabras! Desde entonces he vivido cautivada por la fotografía. Ella ha sido mi compañera más perdurable, más incondicional, y también la más severa.
CalleArte+: ¿Cómo influyó tu experiencia en Cuba, especialmente tras la caída del bloque comunista, en tu mirada fotográfica?
Damaris Betancourt: Yo quise aprender fotografía sobre todo para documentar. En mi mente estaba la idea de que si las palabras pueden ser manipuladas y obstaculizadas por una barrera idiomática, la imagen por el contrario quedaba indemne de esto y por medio de ella podría dar un testimonio impactante, un relato de la realidad. Un año después de que terminé mi bachillerato y estando en la universidad cayó el Muro de Berlín. Desde los atisbos de apertura en la antigua Unión Soviética con la llamada Perestroika en el 1985, los jóvenes más inquietos y conscientes esperábamos también una apertura en Cuba. Nos recuerdo a mi madre y a mí encerradas en el cuarto de baño tratando de sintonizar y escuchar la emisora Radio Martí, que desde el mismo 1985 emitía desde Washington con el fin de romper el cerco informativo que padecíamos. Y allí, entre interferencias, escuchábamos las noticias de Europa del Este, el júbilo de aquella gente cuando se abrieron las fronteras y cuando finalmente el muro fue derribado, primero simbólicamente, luego en su materialidad. Hasta hoy ninguna de esas imágenes han sido transmitidas por los medios del Partido Comunista, que cabe recordar son los únicos que existen en Cuba. Ya a partir del 1990 comenzaron a hacerse sentir los primeros estertores del sistema de subvención del campo socialista hacia Cuba, y con ello comenzó lo que a Fidel Castro le dio por llamar „Período Especial“, que oficialmente nunca ha terminado. Los cubanos de mi generación vivimos por primera vez la experiencia de ir a la cama con hambre. Lo que había sido una escasez crónica durante toda mi vida, se convirtió en miseria. En 1991 cayó la Unión Soviética y en Cuba nada se movió. Para ese tiempo ya me las había agenciado para comprar una cámara, que costó cinco, seis veces un salario medio, y con ella en mano comencé a recorrer mi barrio El Vedado. Hasta que un día decidí entrar a El Fanguito, un caserío al margen del río Almendares, conocido desde siempre por la pobreza e insalubridad en que viven sus vecinos, y poco aconsejable para caminar por allí sola con una cámara. Estaba tan embebida por los formidables reportajes que había visto de Robert Frank, Walker Evans, los fotógrafos de Magnum, por mi convicción de que era necesario documentar esa realidad, y por el sentimiento de libertad que descubrí teniendo una cámara en mi mano, que nunca dudé ni sentí temor. Al contrario de experiencias anteriores, fui recibida por la gente allí con simpatía. De estas visitas resultó mi primera serie fotográfica „Gente que no conocí“, que es un conjunto de retratos de los vecinos y de primeras impresiones de la vida en este lugar. Con este título hago también referencia a la superficialidad y fugacidad del acto fotográfico. Un retrato puede resultar de un encuentro fortuito, es una sincronía que puede durar minutos o incluso segundos, pero no mucho más. Meses después de terminar este trabajo, regresé a El Fanguito para llevarles algunas de las fotos, pero nunca volví a verles.
CalleArte+: La fotografía autodidacta requiere una enorme disciplina. ¿Cómo fue tu proceso de aprendizaje y cuáles fueron tus mayores retos?
Damaris Betancourt: Cuando comencé a fotografiar lo hacía en mi barrio, pero pronto mi radio se fue ampliando. Los cubanos de entonces no estaban acostumbrados a ver a una paisana con una cámara en mano tomando fotos de esa calamidad que estábamos viviendo. La gente comenzaba a sospechar si no era una „agente“, da igual si era de la CIA o de la Seguridad del Estado. Así que varias veces tuve que lidiar con la hostilidad de las personas y de la autoridad. Ese ejercicio de, a pesar de esa animadversión, el otro día volver a salir e intentarlo, primero fue un reto y luego se hizo un método. Primero salía con mi cámara, como un cazador, a atrapar imágenes. Luego comencé a observar y a reflexionar sobre mi realidad y ver cómo captarla de una manera impactante. Ya era más selectivo el proceso, no estaba „coleccionando“ trozos de realidad, sino queriendo registrar pequeñas historias, interacciones que se dan en un microsegundo, que cuentan anécdotas, que no son aisladas, sino que forman parte de un cosmos y que trascienden el instante en que fueron captadas porque intentan representar la vida en su multidimensionalidad. Eso es importante, porque en el momento en que aprendí esto, dejé de querer copiar a mis ídolos y comencé a hilvanar un lenguaje, malo, regular o bueno, pero propio. Este proceso continúa. La persistencia, la curiosidad y la humildad fueron basamentos importantes para mí.
CalleArte+: Tu colaboración con fotógrafos suizos marcó un antes y un después en tu carrera. ¿Qué aprendizajes adquiriste trabajando junto a ellos?
Damaris Betancourt: Mi colaboración con fotógrafos y cineastas suizos fue como descorrer la cortina y descubrir el universo. Me dio acceso a un mundo prácticamente vetado para una joven cubana como yo, con aspiraciones a ser algo para lo que no estaba „autorizada“. Me invitó a salir del rebaño, a mirar mi realidad desde la otra orilla, me abrió la ruta a lugares para mí antes impensables, a comunicarme con personas que habían visto mundo, a educarme visualmente, a explorar mi entorno, a contraponer preferencias estéticas, a potenciar mi individualidad y buscar una manera propia de expresarme. A entender que la libertad es inherente al ser desde el momento en que abre los ojos a la luz, y nadie tiene autoridad sobre ella. Cuando eres y te sientes libre, vives y miras de otra manera.
CalleArte+: Has trabajado en proyectos periodísticos, cinematográficos y artísticos. ¿Cómo manejas el equilibrio entre estas disciplinas?
Damaris Betancourt: He colaborado en algunos proyectos cinematográficos, sobre todo documentales, y han sido una gran escuela para mí. No solo en lo visual, sino también en lo que refiere a tener una visión y materializarla. Es complejo, pasan muchos procesos en el interior hasta el momento en uno que se convence y siente la necesidad de ejecutar una idea. Por otro lado estoy cautivada por la fuerza de la imagen fija, por el poder que adquiere un instante detenido en el tiempo, una fracción de la realidad ingrávida, inmutable. Y de igual manera gusto de contar historias, armar secuencias con mis imágenes, representar estados de ánimo, ambientes, detalles, que son como pequeños aros que engranan la sucesión de los acontecimientos. Lejos de mí pretender crear composiciones perfectamente vacías con ínfulas de iconografía, sino mi deseo es contar historias. En ese lugar medio, entre lo estático y lo continuo, me encuentro.
CalleArte+: Tus exposiciones y libros reflejan temas como la identidad y la memoria. ¿Qué inspira tus narrativas visuales?
Damaris Betancourt: Naturalmente soy muy curiosa, y más habiendo nacido en una isla, doble en su condición por lo geográfico y por el sistema político que la rige. He tenido la oportunidad de conocer y acercarme a algunos lugares desconocidos por mí, pero con los años, y desde el momento en que supe que la fotografía nunca me abandonaría, comprendí que hay temas sujetos a mi persona y a mi experiencia que quiero tratar, que considero importantes y son a los que puedo acercarme de la manera más honesta. Distancia, identidad, memoria, pérdida… Son cuestiones con las que lidio cada día. Así por qué no explorar aquellas cosas que más me inquietan y de las que mejor sé? La experiencia de perder a mi madre a más de 8 mil kilómetros de lejanía ha sido tan desgarradora como determinante. Regresar un día después de su muerte a mi casa vacía, ha sido la expresión de la pérdida más locuaz. Quiero tratar en mis fotografía esas experiencias que no solo la he vivido yo, sino también cientos de miles de cubanos que hace más de 60 años existimos dispersos por el mundo.
CalleArte+: Viviendo en Zúrich, ¿Cómo influyen las diferencias culturales entre Suiza y Cuba en tu trabajo fotográfico?
Damaris Betancourt: Las diferencias culturales las vivo cada segundo, y de igual manera, después de vivir más de 30 años en Suiza, o sea más de la mitad de mi vida, es claro que este país también me ha formado. El clima hace la mayor diferencia. No se vive igual en un país subtropical, donde la gente se detiene y se encuentra en la calle, se sienta en el parque, conversa en la esquina, vive a puertas abiertas. Hay historias por doquier para contar. Al contrario, este clima frío y lluvioso no fomenta el intercambio humano de la misma manera. Este paisaje cursi recurrente en las postales y esta ciudad sin pátina, ordenada, eficiente; me propuso el tremendo reto de encontrar lirismo entre tanta sobriedad y pulcritud.
CalleArte+: Con más de 30 años de experiencia, ¿Qué consejos darías a las nuevas generaciones de fotógrafos que comienzan su carrera?
Damaris Betancourt: Primero: aprender a mirar, a mirar con intención, a observar. Cuando recorres tu entorno con esa idea, empiezas a descubrir cuánto hay de interesante y de extraordinario en lo cotidiano. Segundo: fotografiar. Tercero: mirar mucha fotografía, todo lo que he aprendido lo he adquirido de otros fotógrafos, de sus libros. Cuarto: la curiosidad es una tremenda cualidad y herramienta excepcionalmente útil en todos los ámbitos de la vida. Cuando eres curioso, no aprendes, sino descubres, y esa es una experiencia única. Los autodidactas tenemos una gran desventaja, y es que necesitamos dos, tres, diez, mil veces hacer el trayecto hasta alcanzar el resultado que ansiamos. En compensación cada hallazgo es un tesoro, algo particular, y ese proceso de aprendizaje heterodoxo, distinto, irregular, queda impregnado para siempre porque son experiencias propias. No quiero con ello decir que no me hubiera gustado haber accedido a una escuela de fotografía. Pero la curiosidad, además de ser una herramienta, es una actitud. Si ya lo sabes todo, poco podrás revelar. Siempre que te acerques a algo ya con un prejuicio, no descubrirás, sino intentarás corroborar tus preconceptos y tu visión. Quinto: insistir. Sexto: dudar. La duda, y no la certeza, ha sido mi guía. Póngalos en el orden que desee. Con estos utensilios tan básicos pero indispensables en mi bolso y mi cámara he hecho mi trayecto, lentamente, sorteando contratiempos. En fin, el camino no es lineal, está hecho de pausas, de cortes, de replanteamientos.
CalleArte+: En tus palabras, ¿Cómo puede la fotografía influir en la forma en que entendemos el mundo y nuestras historias personales?
Damaris Betancourt: La fotografía es un ejercicio de reflexión, que además deja un testimonio material e inalterable al que siempre se puede recurrir, reflexionar, debatir. Es un puente entre la realidad y la memoria. Ella, en todas sus formas como todo el arte, es documento del tiempo, y por ende prueba de nuestra existencia, de nuestras inquietudes, de nuestras dudas, nuestros aciertos y lucubraciones. Es un espejo de nosotros y da fe de que existimos.
CalleArte+: Mirando hacia el futuro, ¿Qué proyectos tienes en mente que sigan explorando la conexión entre arte, cultura e identidad?
Damaris Betancourt: Me interesa y disfruto fotografiando arquitectura. Llevo un tiempo tratando el tema de las ciudades, donde puedo combinar la fotografía de arquitectura y urbanismo con el lenguaje del reportaje. Tengo muchas historias en mi cabeza, apuntes para series que quiero hacer, otras ya comenzadas que debo continuar, pero si puedo escoger, mañana mismo me iría a Cuba a fotografiar los últimos respiros de una sociedad que está a punto de colapsar.










Conversar con Damaris ha sido una experiencia enriquecedora. Su pasión, su mirada única y su valentía para documentar la realidad me recuerdan que el arte es un poderoso testimonio de nuestra existencia.
CalleArte+: A lo largo de esta conversación con Damaris Betancourt, hemos podido adentrarnos en su fascinante recorrido como fotógrafa, explorando los momentos clave que han marcado su vida y su obra. Su historia nos recuerda la importancia de la curiosidad, la persistencia y la capacidad de adaptación en un mundo en constante cambio. Desde sus primeros pasos autodidactas en La Habana hasta su consolidación en Zúrich, Damaris ha sabido capturar la esencia de la identidad, la memoria y la realidad social con una mirada única y comprometida.
Su testimonio es una inspiración para las nuevas generaciones de fotógrafos, quienes pueden encontrar en su experiencia valiosas lecciones sobre la disciplina, la observación y la autenticidad en la expresión artística. La fotografía, como ella misma señala, es un poderoso medio de conexión entre el pasado y el presente, entre culturas y realidades aparentemente distantes.
Cerramos esta edición de Encuentros con Talento con un profundo agradecimiento a Damaris Betancourt, por la generosidad de compartir su historia, su visión y su invaluable experiencia con nosotros. Su trayectoria nos inspira y nos invita a reflexionar sobre el poder del arte para documentar, conectar y trascender fronteras.
Gracias, Damaris, por tu tiempo y por la oportunidad de conocer más sobre tu mundo creativo. A partir de ahora, ya formas parte de la familia CalleArte+, un espacio donde el arte es el puente que nos une y nos impulsa a seguir explorando nuevas formas de expresión y conexión cultural.
Para conocer mas sobre la obra de Damaris Betancourt: